Wu Zetian

Wu Zetian
Emperatriz china; empezó de concubina y acabó de emperatriz. Casi como nuestra Leticia.

martes, 13 de agosto de 2013

El feminismo que ríe

Hoy me he encontrado un artículo que habla de las humoristas mujeres. Este artículo me ha recordado el comentario de una amiga que me sugirió que tratara los temas feministas con un poco más de humor. El problema es que cada vez que lo intento me sale esa ironía que en lugar de graciosa da un poco de miedo. Como cuando algunas personas se ríen de alguna cosa de si mismas con ese humor negro y un tanto perturbador que más que ganas de reírte da ganas de correr o de esconderte. Ese momento en el que haces un "je je" mientras vas retrocediendo poco a poco y sigilosamente esperando encontrar una mano amiga a la que aferrarte para huir porqué no sabes muy bien qué decir ni cómo tomártelo. Sí, me he dado cuenta que después de todos estos años de feminista, viendo el mundo como es y sabiendo qué pasa, aún tengo la capacidad de indignarme y entristecerme cuando veo algunas actitudes. Se me pone un no sé qué en el estómago y me indigno. Y hablo desde esta indignación. "Indignaos!" pedía Stéphane Hessel en su libro y, efectivamente, mientras lo leía me indignaba cuando veía que no tenía perspectiva de género y que su lenguaje era sexista. 
Así, me produce un malestar enorme cuando alguién habla de mí en masculino porqué prioriza la persona que va conmigo y tiene polla; no puedo callarme cuando en invierno veo alrededor de las discotecas a chicas medio desnudas que se han creído que deben mostrar su cuerpo y cosificarse para ser aceptadas por los machos -aunque el termómetro marque bajo zero- y me da pena y entristece ver que la condición de esclava viene de la mano, como ya dijieron las feministas australianas en su momento, de una alma de esclava; me molestan las publicidades, los machismos diarios, las actitudes de la gente; me hierve la sangre al ver cómo de invisibilizadas están las mujeres en los currículums escolares; los tópicos y los argumentos cientos de veces repetidos en las discusiones con la gente me hacen dar cuenta de cómo de fondo han llegado los mensajes culturales machistas y en lugar de tomármelo cómicamente y hacer broma tengo ganas de gritar fuerte y a veces de pegar; 

Soy consciente que con humor el mensaje se lubrica y penetra más fácilmente las estrechas miras de muchas personas pero yo me alineo más con esas feministas que boicotearon el certamen de miss universo en Londres con pancartas que decían: "No somos bellas, no somos feas; estamos cabreadas" y después pusieron una bomba en una furgoneta de la CNN. Sí, soy más de bombas que de bombos. No puedo evitar que me indigne la situación. No callaré nunca delante de aquello que me parezca sexista. No lo toleraré. Esté dónde esté y sea quien sea la persona que esté siendo sexista. No soy una feminista amargada (aunque puede ser que amargue a veces a ciertas personas por mi insistencia en no dejar pasar ni una); soy una feminista cabreada. Es muy distinto. El cabreo mueve energías y personas; la amargura es un camino directo a una muerte que no impide respirar, comer y cagar. 

Admiro a las mujeres y a los varones feministas que pueden hacer humor de ello; que pueden reírse de ello; que saben tomárselo bien; que saben transmitirlo así, con más humor y menos agresividad; las admiro y son totalmente necesarias e imprescindibles. Queremos a más mujeres así. Necesitamos a más mujeres así. Seguro que podré aprender a relativizar y a reirme un poco de todos estos temas gracias a estas personas.

De mientras, sin embargo, pasaré del discurso incendiario al crítico, del irónico al cínico, del indignado al desesperado olvidando el humor, las bromas y las risas ya que, por suerte, hay mujeres cómicas y humoristas que saben cómo hacerlo. Y yo aún tengo mucho que aprender. 

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