Wu Zetian

Wu Zetian
Emperatriz china; empezó de concubina y acabó de emperatriz. Casi como nuestra Leticia.

martes, 6 de diciembre de 2016

Hartas de escuchar

Estoy harta. Harta de escuchar. Harta de ser el receptáculo de traumas, historias, anécdotas, ideas, pensamientos...

Las mujeres deberíamos habernos hartado mucho antes. Llevamos siglos escuchando sus batallitas. No solo las de la mili, que esas ya están anticuadas: las batallitas del trabajo, del bar, del espacio público, de las fiestas...

De repente, en el bar, te das cuenta, con tu copa de cerveza ya vacía delante de ti, que de la hora que lleváis hablando tu voz ha sonado apenas diez minutos, sumando:

- Todos los: "Ah si?" "Qué fuerte" "Qué dices?"
- Las preguntas de rigor "Y qué pasó?" "Y cómo acabó?"
- Los intentos de empezar a contar tú alguna cosa que te parece interesante (aunque sólo sea para que suene una voz distinta) hasta que él te corta (a veces de forma explícita, a veces mostrando un claro desinterés, a veces pareciendo un globo a punto de estallar porqué no puede aguantarse más sus maravillosas palabras o a veces cambiando de tema repentinamente -por ejemplo: ¿pido otra cerveza? Cuando tú, por respeto, no te la has pedido antes porqué aunque lleves tres cuartos de hora con el vaso vacío porqué él no ha parado de hablar no querías cortarle-) para explicarte la muy interesante anécdota que se le acaba de ocurrir o que acaba de recordar gracias a las dos frases seguidas que has podido encadenar.
- Las valoraciones sobre la anécdota, la historia, la batallita, la cita, la argumentación o el tema que te acaba de explicar. 

El otro día acabé por desistir. Se suponía que el tema de conversación eran las situaciones bochornosas que una vive cuando consume demasiado alcohol. A su cuarta borrachera (con sus introducciones -era por Carnaval del 2014, aquí, en Barcelona...de hecho, cerca de dónde estamos ahora. Ahí vivian unos amigos que tenían un piso que... ahora estos amigos se han casado y yo fui a la boda y bla bla bla-, sus detalles -nos habíamos disfrazado de... lo habíamos ido a comprar con mi colega el día anterior y cuando cogimos el metro... pero no te creas porqué nos costó encontrar una botella de vodka a esas horas...bla bla bla-, sus idas y venidas -porqué con ese amigo nos habíamos conocido hacía tiempo pero con su colega no, porqué compartíamos clase en la universidad pero, bla bla bla- y su desenlace -ya bastante deslucido -me quedé dormido en casa y no pude salir de fiesta ese día. Pero tenía unas ganas!) no pude más y desconecté. Puse la directa con las diferentes expresiones y onomatopeyas, que cuidadosamente intercalaba en los breves momentos de silencio en los que sus ojos buscaban alguna reacción por mi parte y dejé mi mente divagar pensando en todas las cosas interesantes que tenía yo a contar.






Pero eh, eso sí. Las mujeres son las que no paran de hablar, son las que molestan a los hombres con su tono de voz (aquí el estudio científico que lo demuestra), son las pesadas chismosas...




No, señorxs, no. Las mujeres no hablan más. Las mujeres han estado demasiado calladas durante demasiado tiempo. A las mujeres se les ha dicho "que el silencio en la mujer es un ornato" (Aristóteles) que "[vuestras mujeres] callen en las congregaciones porqué no les es permitido hablar" (apóstol Pablo) que "Las mujeres han de guardar siempre la casa y el silencio" Fidias.






Las mujeres cargamos con el estigma de la palabra porqué nos querían calladas y de alguna manera se tenía que condenar a aquellas que rompían el silencio y que creían -virgen santa!- que tenían algo que merecía ser explicado, algo que valía la pena escuchar...

Dice la Biblia que "En el principio ya existía el Verbo (la Palabra), y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios." y cómo íbamos, las mujeres, hijas de Eva, pecadoras natas, a tener el poder de Dios, el poder de la Palabra, en igualdad de condiciones que los varones? En absoluto.

Esta sociedad patriarcal se ha dedicado a tergiversar la historia y a explicarnos que las mujeres hablan mucho y que son muy pesadas para invisibilizar que la palabra la han tenido y la siguen teniendo ellos. Que son ellos los portavoces de los gobiernos, de las empresas, de las compañías, de las iglesias, de todos los estamentos que socialmente o económicamente tienen poder. Que son ellos los que piensan que tienen cosas interesantes a contar, los que piensan que cualquier cosa que les viene a la cabeza tiene sentido verbalizarla. Los que monopolizan los debates de la televisión, las tribunas y los libros de textos. Ellos son los que tienen voz y los que hablan demasiado.

Y estoy hasta el mismísimo coño. 

Al final de la noche, después de tomar ya unas cuantas cervezas, referenció una de las anécdotas que yo ya no había escuchado. Se dio cuenta que no sabía de qué me hablaba y me dijo:

- Es que no me escuchas!





Vayan acostumbrándose, señores, vayan acostumbrándose. Las mujeres recuperaremos la voz perdida. Aprenderemos a gritar, a exigir a reclamar. Aprenderemos a no ceder, a no callar. Lograremos ser dueñas de este espacio que es la palabra y el verbo.Y nunca más volveremos a callar.





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